ADIOS A LA MORRENA (Sábado,
31 de Julio de 2004)
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Ha comenzado a nevar de nuevo. Es estraño, pero ya ni
me sorprende. Ha sido la tónica general de estos 60 días
de campo base, así que, por qué no iba a ser así?
A la vez que caen los copos, mis esperanzas para salir esta noche
e intentar la escalada del Gasherbrum II se difuminan. Había
cargado las pilas de nuevo, había cogido el acopio moral
suficiente para lanzarme esta noche en solitario hacia la blanca
cima de esta gran montaña. No va a poder ser. La nieve
va a borrar cualquier huella y para una persona sola, en medio
del mal tiempo y con toda la montaña cubierta de nieve
blanda, las posibilidades de éxito son nulas. Ya no queda
nadie aquí que intente el doblete, así que la decisión
es totalmente personal. Creo que ya he trabajado y sufrido demasiado
en esta expedición y no voy a lanzarme a un ataque desesperado
en medio de la oscuridad, asumiendo unos riesgos, sin duda, desmedidos
para una cumbre de estas características. La montaña
no me ha dejado esos dos días de buen tiempo que hubiesen
sido suficiente.
Me relajo y ya solo pienso en la vuelta. Tengo sensación
agridulce. Por un lado, el haber aguantado hasta el final, el
haber perseverado en la montaña, ha hecho que me pueda
llevar la cima del Gasherbrum I, más difícil que
su gemelo y que me llena de más satisfacción, sobre
todo en una temporada nefasta y difícil. Por otro lado,
siento que me voy con la mitad de la mochila llena, tan solo,
y eso me apena. Quizás me exigo demasiado, pero siento
que así debe de ser. Además, el accidente de nuestro
compañero ha empañado el ambiente y mis sentimientos.
No hay alegría, solo la sensación de que al menos
no he perdido todo este tiempo, de que una cima justifica todo
los días de trabajo duro y desagradecido que he pasado
en esta morrena del glaciar del Gasherbrum.
Es tiempo de volver, de ver a la familia y amigos, en definitiva,
de volver a ser personas normales alejadas de este ambiente hostil
que nos ha embrutecido hasta el límite. Ahí está
el camino a la vida, hacia los verde valles y hacia el oxígeno.
Pronto volveremos a ganar calidad de vida y volveremos a sentirnos
seres humanos. Aquí queda el Gasherbrum II y muchas más
cosas. Las experiencias vividas nos acompañarán
siempre y, dentro de nada, las ganas de volver a caminar por estas
montañas también lo harán. Siempre es así.
De momento descansaré tranquilo, intentando positivizar
todo lo ocurrido, para poder seguir soñando con este mundo
de belleza y altura infinitas.
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