DE NUEVO AL TAJO
Un Airbus A-300 me deposita en Kathmandu, capital de Nepal. Parece
un sueño. Hace un mes escaso que saboreaba la sensación
de volver a casa, trás la larga expedición del Gasherbrum
y de nuevo estoy sumergiéndome en otra nueva aventura.
Nepal, hermoso reino donde uno se siente como en casa. Encuentro
la capital bastante cambiada desde la última vez que estuve
aquí. Pocos turistas, muchos comercios cerrados, poca luz.
No es casualidad. La sinrazón de unos y otros, la escasa
capacidad de alcanzar acuerdos entre la guerrilla maoista y el
gobierno de Nepal, han sumergido al país en una profunda
crisis que ha hecho que se afecten muchos negocios, incluido el
del turismo. No obstante, mi tránsito por Nepal va a ser
muy corto, pues mi destino esta vez es el Tibet, ya que la ascensión
del Cho Oyu se acomete desde esta vertiente.
Trás un viaje espectacular por carretera, se llega a Kodari,
última población nepalí, situada junto al
puente de la amistad, que marca la frontera entre Nepal y China.
El Tibet, tras la invasión que fue llevada a cabo por el
ejército chino hace medio siglo, ahora es una región
autónoma de este enorme imperio. Tras los consabidos trámites
burocráticos, se toma una carretera que va ascendiendo
vertiginosamente abandonando poco a poco la frondosidad de los
valles fluviales, hasta alcanzar la meseta del Tibet. Este paraje
es totalmente diferente a lo que conocemos. Es una meseta árida,
sin apenas vegetación, situada a una altura media sobre
el nivel del mar de casi 5.000 m de altura. De esta superficie
gris y ocre, de redondeadas colinas, asoman altivos y desafiantes,
varias moles gigantes de más de ocho mil metros de altura,
entre ellos el Shisha Pangma y el Cho Oyu. Por tanto, el acceso
es cómodo, puesto que se realiza en vehículo, pero
peligroso, debido a que se gana altura muy rápidamente
y no hay que ceder a la tentación de avanzar mucho para
llegar al campo base cuanto antes. Se hace obligado partir este
viajes en varias etapas de aclimatación, aunque se realicen
con un vehículo a motor. Primera etapa, Nyalam a unos 3.600
m de altura. Segunda, Tingri, a unos 4.200 m. Tercera campo base
chino, situado a unos 5.000 m, lugar en donde se acaba la ayuda
mecánica. Desde aquí, tras un descanso corto, en
dos días de camino se llega al campo base alto, situado
al pie de la montaña y que se situa 5.700 m.
No es una aproximación larga, lo cual agradezco, ya que
me quiero concentrar en la montaña, en su ascensión
y deseo llegar cuanto antes al campo base para comenzar la aventura.
La oportunidad que se nos brinda de disfrutar del Tibet, de sus
paisajes soberbios, de su grandeza y de las peculiaridades de
sus habitantes, es uno de los atractivos que tiene esta montaña,
mitad de Tibet y mitad de Nepal. De nuevo habrá que
vérselas con el hielo, con las grietas y con el frío.
De nuevo habrá que vivir sobre una morrena de piedras por
encima de un mar de hielo. De nuevo habrá que dar todo
lo que uno lleva dentro para alcanzar esa sublime cota de los
ocho mil metros. Poco a poco voy sintiendo como regresan las ganas
de superar todas estas dificultades, de ganar altura y ver todo
desde otra perspectiva, eso si, esta vez con un paisaje muy diferente
bajo mis pies, el paisaje indómito y salvaje de la llanura
del Tibet, donde solo una raza de privilegiados mortales, los
tibetanos, han sabido sobrevivir y vivir según sus propias
creencias. Las banderas de oración de sus grandiosos monasterios
nos ayudarán a alcanzar nuestro objetivo.
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